20/07/2016
El restaurante de paella de Barcelona Cullera de Boix rediseña la terraza exterior de su local situado en la rambla Catalunya para crear un ambiente más acogedor gracias a las nuevas sombrillas y jardineras.
La rambla Catalunya de Barcelona gana un nuevo espacio moderno, fresco y renovado para comer algo, tomar una copa o reunirse en torno a una mesa con los amigos. Se trata de la terraza del restaurante especializado en arroces de la capital catalana: Cullera de Boix.
Desde mediados del mes de julio, esta terraza, abierta al público desde la primavera, ha incorporado unos parasoles que llaman la atención de los clientes por su elegancia y por su funcionalidad, pues ofrecen una sombra fresca en pleno verano en el centro de Barcelona.
Los parasoles, patrocinados por Estrella Damm, son de color negro e incorporan en la parte interior una tela de fardo de tonalidades rojizas y blancas, con formas cuadradas. Este diseño conjuga las dos apuestas culinarias del restaurante: el color negro transmite la sensación de elegancia y modernidad, mientras que la parte interior trae a la memoria las raíces populares del restaurante.
Los parasoles, patrocinados por Estrella Damm, son de color negro e incorporan en la parte interior una tela de fardo de tonalidades rojizas y blancas, con formas cuadradas.
O dicho de otro modo, haciendo un símil con la cocina que, desde hace quince años, ofrece este restaurante especializado en arroces: mezcla la cocina tradicional mediterránea con las recetas innovadoras (y, a veces, transgresoras) del chef de Cullera de Boix, Xavier Matarrodona.
Además de los parasoles, la terraza incorpora otros elementos que dotan al espacio de un ambiente fresco. Se trata de unas amplias jardineras con plantas que crean un muro de separación ambiental y confieren intimidad a las comidas.
El restaurante, fundado por Jordi Gabarrell, se decanta por el diseño rústico para el mobiliario de su terraza: las mesas y las sillas son de madera y todos los servicios incluyen mantel de tela y copas de cristal. Aunque puede parecer una banalidad, los buenos paladares saben que una paella en un chiringuito de la Barceloneta, con sillas de plástico y mantel de papel, no tiene nada que ver con un arroz de calidad en una terraza fresca, con un mobiliario acogedor, un servicio profesional y un personal cercano.
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